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Quisiera hablar de Le premier jour du reste de ta vie, de Rémi Bezançon.

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Por Susana Arroyo

 

Cometí el grave error de ver la cinta Le premier jour du reste de ta vie (El primer día del resto de tu vida) en el avión. Sí, fue un error. Me encontraba rumbo a Barcelona en un Boeing 777-300ER de la línea Singapore Airlines. Tras casi 30 horas de vuelo, ocho películas, varios vasos de vino, escasa comida y nada de tiempo de sueño, llegué a la Ciudad Condal con vagos recuerdos fílmicos. No fue sino hasta que mi amiga Annie Charpentier, compañera de andanzas cinematográficas, me habló de la excelente cinta francesa, que fui, presurosa, acompañada de la flamante pareja de recién casados: Tania y José María, al cine “Boliche”, a ver ese primer día del resto de… cuando reparé en que ya la había visto. No obstante, la segunda vez que se ve una película puede ocurrir que no le guste a uno, que vea cosas que no vio antes o que llegue a detestarla, en mi caso sucedió lo contrario. Me encantó.

La cinta transcurre en la más normal y cotidiana vida de una familia de clase media de cualquier parte del mundo. He de reconocer que es muy francesa. Sin embargo, podría ubicarla en Barcelona, Brisbane, la Ciudad de México, Buenos Aires o cualquiera otra parte del mundo en estos momentos. La actualidad de la cinta corre el peligro de dejarla un poco démodé en algunos años, por lo cual hay que verla pronto.

Bezançon es además de director, el escritor de la historia. Yo no sé si al escritor le convenga dirigir su propia obra. Me imagino que en ello hay una especie de “grado 0”, se ha de buscar la perfección de lo que se tenía en mente, del querer-decir o del querer-hacer, quizá independientemente de lo que se ha dicho o se ha hecho. Aunque este análisis sería demasiado subjetivo sin haber leído el guion.

La vida diaria de una familia ciertamente típica y corriente, sucede frente a los ojos del espectador con deseos de: golpear al hijo flojo y vago, azotar a la hija “freaky”, o sentir orgullo y a la vez desazón por el hijo médico; así como compasión por el padre taxista, hijo de un deleznable experto en vino, y esposo de la “vuelta a la vida” o de la que intenta vivir “el segundo aire”. De cualquier forma y desde casi cualquier óptica, uno no deja de sentirse atraído por alguno de los personajes que componen la intimidad de esta singular familia.


Le premier jour du reste de ta vie es una cinta que podría considerarse costumbrista, al tiempo de ser innovadora por el audaz tratamiento del realizador. No hay nada nuevo en Le premier…, sin embargo, todo es diferente. Hay en el ambiente una gran sinceridad, lo cual se agradece y se premia con la recomendación de la película y con el sentirse satisfecho por el buen tiempo invertido en degustarla.

Los lugares y personajes: comunes; el “malo”, en este caso el padre de Jacques Gamblin (Robert Duval), por cierto, excelente; el padre, el “bueno” hasta el extremo de dejarse humillar; la madre cuya madurez frente a lo inevitable alcanza a rozar las fibras más íntimas del espectador y en general la yuxtaposición de tiempos generacionales, logran transmitir la esencia de los personajes y de sus vidas. Algo es compartido al resto de la familia y lo que no lo es, lo personal, lo íntimo, le es dado al espectador de una forma sutil y sensual. De ello es ejemplo el padre-esposo que vive conforme con su actividad de taxista y su lugar en el mundo. Hasta parece aceptar el desprecio del padre, cuando éste muere y declara a su hijo mayor: “yo nunca estuve a la altura de mi padre”.



No en balde, Gamblin, ha recibido la nominación para un premio “César” por su performance. Situación similar tuvo Pio Marmaï, como Alberto Duval, hijo de Robert, también nominado al mismo premio. ¡Brillantes ambos!

De entre las magníficas actuaciones, se destaca, además, Roger Dumas, Pierre, el padre de Robert Duval (el “malo”), quien vive con remordimientos por la esposa ya muerta y desquita su amargura con el hijo taxista. La talentosa Zabou Breitman encarna a Marie-Jeanne Duval, la mujer del taxista. Sin embargo, dicho así suena vulgar y simple. Marie-Jeanne es una mujer de su tiempo, es decir, es la joven que se ha casado y cuyos hijos han crecido y sigue siendo joven. Así, esa joven-madre-mujer tiene inquietudes como la de estudiar en la universidad y lo hace con todos los bemoles que esa actividad conlleva. Zabou Breitman ha recibido el premio “Étoile d'Or” por la dirección de su película Se souvenir des belles choses (2001).

Fleur Duval, la hija, caracterizada por Déborah François sabe llevar muy bien y a cuestas el difícil papel de la hermana menor, la rezagada por la atención desmedida de los padres a los hermanos mayores, aun cuando estos hermanos la cuidan y apoyan en todo momento. Esta joven actriz belga de tan solo 22 años, se hizo acreedora al premio “César” a la Meilleur jeune espoir féminin (mejor esperanza joven femenina) por su desempeño en esta cinta.

El personaje en conflicto, como siempre lo hay es, pues, Marc-André Grondin, en el papel del hermano “sándwich”, Raphaël Duval. A él le ha correspondido ser el héroe problemático, aunque al principio de su vida más que un héroe parece un holgazán que vive en un mundo irreal. A este joven y talentoso actor le gustan los retos. Lo admiramos en el difícil papel de Zachary Beaulieu, en C.R.A.Z.Y., cinta de corte alternativo en la cual el joven Beaulieu se encuentra en las inmediaciones de su aceptación o rechazo a la virilidad. En su ya larga trayectoria, este actor québécois de tan solo 25 años ha recibido varios premios, el más reciente ha sido el “César” por ser: Meilleur espoir masculin (mejor esperanza masculina), justamente por Le premier jour du reste de ta vie.




La relación padres-hijos no puede ser en la vida real distinta a lo que vemos en este filme. Muchas veces nos sentimos identificados con los padres (en mi caso) y cómo permitir que un hijo haga tal o cual cosa o cómo aceptar que ya la ha hecho. El tratamiento del seno de la vida familiar es excepcionalmente real y honesto. El espectador acepta la propuesta estética del realizador y de los actores. La música, original de Sinclair, embarga las vidas de los jóvenes como la quintaesencia. Nunca fuera de lugar o demasiado estridente, siempre justa en la propuesta de la historia, como sucede con el concierto de guitarra sin guitarra. Nada más extraño, audaz, gracioso y camaleónico, que el ver al hijo de uno tocando una guitarra imaginaria y haciéndolo de la manera como se le ha previamente aconsejado. Muy buen trabajo del guionista-director y de los espléndidos Duval, padre e hijo: la mancuerna Jacques Gamblin y Marc-André Grondin. Excelente ambientación que nos hace pensar en el realismo moderno del teatro de Ibsen o en el expresionismo de Strindberg, a veces violento y convulso.

Rémi Bezançon es experto en la dirección de la imagen captada en gran angular además de ser un artista en el manejo de ambientes. Logra que el espectador se sienta dentro de la escena. No es artificial o excéntrico en sus secuencias pero sí lo puede ser al dejar libres a los personajes. A la manera de Bajtín se diría que la cinta es de una inquietante plurivocidad. Cada personaje y cada escena tienen vida y voz propia. Aciertos todos tanto de Bezançon como de Antoine Monod por su excelente cinematografía.

El final sorprende aunque desanima un poco. Una muerte inesperada y un futuro nacimiento, repentinos ambos, son historias contadas de forma subrepticia y a la vez deliberada. Esperaba menos candor y más elocuencia en un final asaz conmovedor. Sin embargo, se perdona pues se ha gozado de un muy buen cine francés y universal.

Felicidades al escritor-director Rémi Bezançon. ¡Esperamos con ansia su próximo filme!






 


Dra. Susana Arroyo-Furphy
Escritora, investigadora, Australia.


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